Affairs del último mes.


Llevo mucho tiempo pensando en escribir algo, algo que me haga ganar dinero, algo que pueda enviar a un concursito lleno de imbéciles que escriben, lleno de imbéciles que leen, lleno de imbéciles que critican lo que leen, lleno de imbéciles que den dinero por escribirles lo que han leído.

Se me ocurrieron tres ideas, una buena, una mejor, y otra que no recuerdo. La primera me recordaba a mí hace tiempo, la segunda me "recordaba" a mí dentro de algún tiempo, y en la tercera... En la primera me convertía en Cuco, en la segunda en gente ordinaria, y en la tercera quién sabe. En la primera era feliz, en la segunda no era infeliz, y en la tercera sigo sin acordarme.

Estoy seguro de que la tercera historia era buenísima, de que no iba a escribirla tan bien como estaba en mi cabeza y de que por esa razón no la recuerdo, pero vaya, que tampoco pasa nada, tengo una historia buena, y otra mejor, que escribiré algún día.

Lo bueno de la primera historia es que era para dentro de diez días, lo malo de la otra es que tampoco recuerdo para cuándo tiene que estar lista. Lo malo de la primera es que no recuerdo cuánto tenía que ocupar, lo bueno de la segunda es que era menos extensa que la primera.

Lo mejor de todo es que al final no escribiré ninguna, que mañana me dará igual, que me pondré a desmontar aparatitos en mi escritorio y que no recordaré haber escrito esto, que me dará igual todo lo que hay a mi alrededor, exceptuando la mirada inquisidora que observa mi cara de emoción al ver una cpu. Además, estos días, los que componen los meses de Septiembre, Octubre, Noviembre y Diciembre, y los que vienen, me los pasaré tocándome los huevos en casa, con un ordenador encendido, con otro desarmado y con otro que bien sabe Dios que no volverá a funcionar en la vida.

Un saludo. -En qué se ha convertido esto. -En un diario. -Muchos besos.

¡¡Ah!! La tercera historia no era tan buena.

Lo bueno de todo el texto es que nadie lo va a leer entero, excepto tú, que tienes demasiado tiempo libre.

Tendencias: Disconformidad estival.


Llegado el verano el ser humano experimenta un ascenso gradual de falta de confianza en cuanto a cualidades, lástima que físicas y no mentales. La autoapatía llevada a cabo durante las demás estaciones pasa a segundo plano a proporción de ropa quitada por requerimientos térmicos.
Ésta situación favorece el apogeo de negocios dedicados al culto del cuerpo y la coloraterapia, la búsqueda del cuerpo perfecto y la tostadura dermal arremete contra las listas de espera de gimnasios, spas y esteticienes rollizas. ¿Quién dijo crisis?

En cuanto a la tendencia en sí sólo encuentro dos tratamientos, ser tendero o atendido. Con ello incluso los feos tienen un papel, pueden montar negocios, y yo, mientras tanto, voy buscando precios asequibles para coger moreno.

Ah, respecto a las dietas milagro sólo tengo buenas palabras, llevo seis meses comiendo carne sin proteínas, patatas sin almidón y leche sin calcio y sumé a mis cincuentinueve kilos dieciseis gramitos, no digo más para no despertar envidias.

La Praxis.



Encontré a un prójimo que sin más ni más me arreó un bofetón. Quise devolvérselo, pero el bien se adueñó de mí; así que me controlé, volví la mejilla derecha hacia él y dije:
 
   -Ahora en este lado, por favor.
   -¿Qué pasa? ¿Es usted masoquista?
   -No, cristiano.
   -No importa. Personalmente no tengo nada en contra de los cristianos.
   -No me ha entendido bien. Un precepto cristiano dice: "Si alguien te golpea en la mejilla derecha, ofrécele también la otra."
   -¿Para que duela menos?
   -No, para que sigan golpeando. Es decir, en señal de humildad. ¿Comprende?
   -No, pero al fin y al cabo no es asunto mío.
   -Golpee, pues. En la derecha. porque en la izquierda ya lo ha hecho.
   -Pero ahora ya no tengo ganas.
   -Hágalo por mí... Comprenda usted: puesto que ya he entrado en el camino de la virtud, quisiera sacar algún provecho. Si no, todo habrá sido en vano; sólo se podrá decir que me han partido la cara y nada más. Algo vulgar, sin ningún mérito.
   -Estoy cansado.
   -Sólo una vez, para hacer juego. Póngase en mi situación: los resultados a medias no son resultados, y yo ya tengo en mi haber el cincuenta por ciento. O me arrea en las dos mejillas o no habrá servido de nada.
   -Bueno, por qué no. Pero en la derecha es más difícil. No soy zurdo.
   -¿Qué tal con un pie?
   -¿Con un pie en la mejilla? Me sobrevalora. No voy a llegar.
   -Podría agacharme.
   -Pero entonces perdería impulso. Además, si lo que le importa es la simetría, con un pie no es lo mismo que con una mano. El golpe es diferente.
   -¿Y si empezáramos de nuevo? Ahora sólo con el pie.
   -¿Cómo?
   -Yo me doy la vuelta, usted me da una patada, después yo vuelvo a darme la vuelta y usted vuelve a darme una patada.
   -Es usted un ingenuo. Cualquier niño sabe que el hombre no tiene lo mismo por detrás que por delante. Eso tampoco sería simétrico.

Me entristecí. Él tenía razón.
 
   -Ya sé- dije después de reflexionar un poco-. Tengo la solución. Hay otro precepto cristiano que dice : "A quien te golpea con una piedra, devuélveselo con pan." Coja usted esta piedra, aquí está, y no es nada pequeña, y arréeme con ella. Yo le daré pan a cambio.
   -¿Lleva pan encima?
   -No, pero hay una panadería a la vuelta de la esquina. Voy corriendo y lo traigo.
   -No me gusta demasiado, por lo de tirar el pan. No está nada bien tirar el pan, es un don de Dios.
   -Pero es que lo dice claramente el mandato.
   -Vale. Pero, ¿y qué pasa con ese bofetón que ya tiene usted invertido?
   -¡Qué le vamos a hacer! Aquel negocio no ha salido bien, comencemos otro. Lo contabilizaré como pérdidas y ahora el primer movimiento es suyo.

La piedra era bastante considerable y debía haberme provisto de pan antes de comenzar toda la operación, pues por el camino a la panadería iba dando tumbos a causa del golpe de la piedra en la cabeza.
 
   -Un pan de kilo, por favor -dije en la panadería.
   -No hay pan. Sólo hay bollos.

Esto no estaba previsto. Pero después de todo un bollo también es pan. Compré, pues, unos cuantos bollos y vi a mi compañero de juego que, hay que admitirlo, esperaba pacientemente.
 
   -Ahora yo le doy con un bollito y le dejo en paz.

Ya con el primer bollo le acerté entre los ojos. Cayó hacia atrás y dejó de moverse. Me acerqué a él, tenía los ojos vidriosos.

Un bollito duro de producción estatal tiene sus ventajas.

Mientras me alejaba, seguía sin moverse. Lo tenía bien merecido, el muy hijoputa. ¿Por qué se metía conmigo?

Sławomir Mrożek


Este microrrelato aparece en La vida difícil, del tal Eslávomir. Lo he manusubido contradiciendo las leyes de protección intelectual y copyright por dos razones: Cuando lo leí creí haber sido polaco en otra vida y haberme llamado Eslávomir, por lo que esos derechos me pertenecen; no puedo bajar la media de dos entradas mensuales, no puedo permitírmelo, no quiero.

Todo tiempo pasado fue anterior, y más barato.


A mí hay dos cosas que me sacan de quicio, escuchar "asín" y la gente que hace comparativas de precios de diferentes épocas para martirizar el alma de los que no tienen un duro. Yo soy de esos que para comprar un boli hipoteca a su madre, de los que reciclan los bastoncillos de los oídos para no hacer gasto, de los que guardan lo que queda de tortilla de patatas para comérsela a la noche metidita en pan, de los que compran libros de segunda mano y regatean el precio, de los que son escoria, de los que nacieron míseros. Pese a ello, no aguanto esas patrañas comparativas, que el euro tenga la culpa... Porque hasta que alguien me demuestre que el aumento de precios desde 1987 hasta 1999 sin haber cambiado de moneda es menor que el que fotografía la snob de arriba no me voy a creer ¡Una puta mierda!. Queda todo zanjado. Bona nit.



Infanticidio.

Cliquea aquí y vuelve a los '90s

Lo más jodido de haber tenido una infancia triste es recordarla por casualidad años más tarde, cuando la tristeza no se ha ido pero la infancia queda lejos.
Regresan a tu mente imágenes de juegos, soledad y de una radio que berrea a tu lado música que, aunque no escuchas, queda grabada en tu mente. Una radio que al igual que en el presente estaba encendida con el único pretexto de no hacerte percatar que no hay nadie alrededor. Regresa además todo con un indigesto nudo en el estómago, con la sensación de que tal vez aquello que hoy crees que era tristeza fuese felicidad, esa felicidad real que llega incomprensiblemente y se mantiene inmutable, una felicidad inocente que nos deja en la estacada, tal y como vino.

Igualdad, al menos mientras nos vestimos.


Hay motivos suficientes para aclamar a voz de canto e himno que también los negros, o afrodescendientes, como nos gusta que nos llamen, debiéramos tener los mismos derechos. 

Archivos constatados ponen a la luz la verdadera autoría de la Odisea, hasta ahora dada a Homero, los cuales señalan a Mbog Tgma como único autor del clásico épico griego por antonomasia. En dichos archivos además es menciona la procedencia namibia de la Madre María Teresa de Calcuta, conocida en casa como Madre Maritere de Windhoek; el casual descubrimiento de la penicilina mediante la ingestión de leche de Tuli de un campesino de la actual Senegal llamado Abdulaye Adeouma; el gol de la final del mundial de Sudáfrica a pie de Ahibo Akem, centrocampista español; y sin olvidar además al pasado premio Nobel de la paz, Barack Husseim Obama.

Con ello no quiero entrar en debate sobre la posibilidad de asemejar derechos entre las razas interesadas, puesto que mi única intención, con acritud, es la de actualizar pidiendo imposibles.

Música, de verdad.

Conocéis a Lady Gaga, keisha, Alborán, Maná, Shakira, Baute, Melendi, Rihanna... Pues aquí eso no se considera música. 

Da Clic en la imagen.


La escopeta de feria.



Ayer leí a Arrabal y me inspiró una obra de teatro. Es corta, no más de un Acto, una escenita de nada.
La posteo aquí por dos razones, la primera es que es mi blog y subo lo que me da la gana, la segunda...la coordiné con la primera, soy muy ahorrativo.

La escopeta de feria

Personajes

Fa Riseo
Sr. Riseo
Sra. Riseo
Sa Duceo
Sr. Duceo

La escena concurre dentro de un búnker.

El teatro representa una gran sala llena de literas, una mesa con cuatro sillas, armamento variado y varias estanterías con víveres y una sartén junto al fogón.
Dos de las literas están sin sábanas, una con una colchita con estampado rosa y otras cinco con sábanas sucias y mantas desgastadas. En las estanterías docenas de cartones de leche, bolsas de magdalenas y dos grandes latas de cacao instantáneo o sucedaneos. Entre las armas, varias escopetas de feria, lanzacohetes y dos granadas sin anilla.

La acción comienza a las 20:00 y acaba a las 21:00 del mismo día.

Acto primero

Escena I

(En el búnker están Fa y Sa, este segundo atado de pies y manos)

Fa
(Hablando por radio) Capitán, sí, yo, el del búnker, que mire usted, que a mí me han dicho que al que entre y no conozca que lo aprese, y hoy ha venido uno, él dice que viene a traer provisiones, que lo manda su padre, que son rojos de siempre. Lo que pasa es que a mí tanta guerra, tanto tiro, y se me ha olvidao' quién es quién, porque el otro día vino un primo hermano mío, de visita, sí, y me dijo que él era gris, pero claro, era familia y no iba a hacerle el feo de apresarlo, pero antier vino otro, del pueblo, no digo más, de los peores, a un tío mío le quitó una gallina y cayó como zorro, en fin, que cuando iba a apresarlo dijo ser rojo. Ahora dígame usted qué patrón cojo, porque esto ya no tiene ni pies ni cabeza.

Sa
Dígale a su capitán que soy Sa, el hijo de Don Duceo, él sabrá quién soy.

Fa
Ha escuchado, capitán, que dice que se llama Sa y que es hijo de un tal Duceo, sí, eso dice, y que lo mandó usted también me dijo hace rato. Yo ya no sé qué creer, aquí se está regular y uno ya pierde la conciencia, qué me va a contar usted a mí. (Llaman a la compuerta del búnker) Mi capitán, le voy dejando, ya le llamo más tarde y arreglamos lo del enemigo, que llaman a la puerta y lo mismo tengo que disparar, sí, es difícil cargar con el telefonito cogido. Venga, cuídese, hasta luego, hasta luego, un abrazo.

(Aporrean la puerta con violencia)

Sa
Ve y abre, hombre, que lo mismo son amigos o familia. Yo espero aquí sentado, si es el enemigo me desato y ayudo, no se preocupe.

Fa
(Yendo hacia la puerta) Lo prometido es deuda, no lo olvide usted.

(Fa abre la puerta y entran rápido el Sr. Riseo y la Sra. Riseo.)

Sr. Riseo
¿Qué haces que no abres? Dos semanas sin pasar por casa y ni prisas por abrirle a sus padres, sabiendo como está tu madre de las piernas. ¿Quién es este muchacho? ¿Gris? Va, dale dos besos a tu madre.

Fa
Padres, qué sorpresa, no los esperaba ver por aquí (besando a su madre), ¿Cómo me encontraron? Qué día llevo, primero el enemigo y ahora vosotros, qué bien os veo. Sentaos, venga, como si estuvieseis en vuestra casa. (El Sr. y la Sra. Riseo se sientan en una litera distinta cada uno).

Sr. Riseo
Tu primo, hijo, que nos dio la noticia. Nos dijo que vino a matar al enemigo y apareciste tú. Menuda alegría nos dio, te dábamos por muerto, alquilamos tu cuarto, no digo más.

Fa
Pero Padre, cómo hace usted eso, y mis cosas dónde, la ropa, qué disgusto.

Sra. Riseo
No es solo eso, hijo, vinimos para darte una noticia aún mejor. Con esto de la república, el modernismo y todo lo que vino, tu padre y yo pensamos en divorciarnos antes de que Paquita gobierne, por si acaso.

Fa
Cómo vais a hacer ésto, Madre. Qué les pasó, acaso ya no se quieren. No me digan que del disgusto de mi muerte salió el divorcio, porque no podré vivir con ello.

Sr. Riseo
Nada de eso, hijo, si es por prevenir, que nunca se sabe. Bueno, y el muchacho qué, ¿nos lo presentas?

Fa
Ah, sí, Padre, dice que se llama Sa y que es hijo de un tal Sr Duceo, que es rojo y que traía provisiones, pero no lo creo, dijo que lo mandaba su padre por órdenes del capitán y él no sabe nada.

Sa
Eso mismo dije y es cierto. Encantado de conocerlos, por cierto.

Sra Riseo
¿No me digas que eres el hijo de Duceo? Ay, virgen santísima, pero qué grande estás, ¿Te mandó tu padre? Qué hombre, mira que le dije que viniese en persona. ¿Trajiste todo lo que mandé? ¿Dónde está?, verás que cena os preparo. (Se levanta y rebusca por el escenario)

(Llaman a la puerta y se oyen voces)

Sr. Duceo
(A voces desde el otro lado de la puerta)
Hijo, ¿Estás bien?, ¿te atrapó el enemigo? Ay, hijo, dime que estás ahí, por Dios. Qué disgusto llevo.

Sa
A prisa, Fa, abra la puerta, que ese que se escucha es Padre, que preocupado vino a buscarme.

(Fa va hacia la puerta y abre)

Sr. Duceo
(Apuntando con un arma a Fa)
Quieto todo el mundo. En nombre del bando nacional quedan todos apresados.

Sa
Padre, pensé que no venía, ya me empezaban a incomodar la atadura. Va, suélteme, Padre, que este rojo no se creyó la historia que conté. Suerte que vinieron los señores Riseo.

Fa
¿Pero qué pasa aquí? Padre, Madre, ¿de qué trata todo esto? (Coge una escopeta de feria del montón de armamento y apunta a Sa) ¡Merezco una explicación!

(Por detrás de Fa aparece la Sra. Riseo, que golpea la cabeza de su hijo con una sartén)

Sra. Riseo
Venga, átenlo, la cena está lista. Estos rojos me dan hambre.

(Todos se sientan alrededor de la mesa y comen)

Se cierra el telón.

FIN

Lo he escrito todo sobre la marcha y no revisé nada, así que si no gustan, no vuelvan. O mejor, vuelvan, tal vez algún día comience a hacer las cosas como Dios manda.

Correincidencias.



Cuenta una historia que un tipo fue expulsado del paraíso, con una tipa. Que tal tipo se fue a una colina desde la que se presenciaba aquel paraíso divinamente y que, tras varios forniques y diretes, en unos y otros lados, murió allá donde estuvo. Cuenta también que su calavera quedó enterrada y que sobre ella creció un arbolito, a mí me gusta pensar que era un manzano, soy así de cínico. Prosigue dilucidando con la edad de aquel árbol, que pasó siglos y más siglos creciendo hasta que finalmente fue talado y convertido en cruz latina. A retazos, además, va comentando la vida de un hippie con aires de grandeza, algo incomprensible teniendo en cuenta sus raíces, que tras muchas simplezas y complicaciones acabó siendo penado con el castigo de los ladrones, la crucifixión. Y que, para más Inri, entra aquí la tierna coincidencia, porque siendo éste segundo profeta, viene a ser pulcramente ejecutado colgando sus apéndices de la cruz que siglos antes había usado como abono al que fue primer profeta, qué cosas.

Yo, que soy muy tal que así, pues ironizo con el tema, me imagino que el árbol, además de ser un manzano, está en llamas, que en mitad del tronco tiene atragantados los restos del "primero" asemejando una nuez, que en el centro de su follaje habita Dios, que el "segundo" meó tiempo atrás en la dura corteza del mismo, y que además todo es un montaje y al fondo de la sala hay una lucecita roja que marca "On Air". Luego me retracto, y cambio las manzanas del árbol por frutos capitales.

Tendencias: Melomanía eremita.



La Melomanía eremita se desarrolla bajo dos pretextos fijos, la música ambiental, ya sea del tipo que sea, y a la actitud anacoreta del oyente. En el ámbito oriental esta tendencia se basa en la acumulación de basura y los juegos online, siendo considerada Hikikorismo, pero ya que contamos con la lejanía del continente asiático y la presencia del objeto musical, consideraremos esta clase de Hikikorismo como una nueva rama occidentalizada.

Habiendo asimilado las consecuencias que derivan de dichos pretextos: Agorafobia, distendimiento muscular, hiperacúsia con tendencias acúfenas y otras tantas relacionadas con la ergonomía somática y la pérdida de sonoridad vocal, vamos a tratar de identificar las acciones que patentan la tendencia como propia.

Para dar constancia de ellas dispondré a enumerarlas de leves a extremas tal y como sigue:


  1. Abrir una primera cuenta en Spotify con la dirección de correo usual.
  2. Pasar la tarde del viernes en una habitación iluminada escuchando y balbuceando canciones.
  3. Acostarse a las tres de la mañana y dejar la música correr con el contador de tu cuenta Open.
  4. Levantarse a las seis, descubrir que la música sigue oyéndose y abandonar las tareas rutinarias para quedarse en la habitación sin un sentido claro hasta que la cuenta Open llegue a 0.
  5. Abrir una segunda cuenta en Spotify con la dirección de correo alternativa.
  6. Dejar a un lado las citas con amigos y pareja y escuchar música sin balbucear nada. Es aquí donde se comienza a sobrepasar la línea entre escuchar y oír.
  7. Pasar todo el día en una postura estática, dibujando, leyendo o hablando vía Msn mientras una continua banda sonora ameniza la habitación.
  8. Continuar las acciones anteriores también durante la noche, sin caer en la cuenta de que el volumen de la música no es agradable para todos.
  9. Cerrar ventanas, persianas, cortinas, puertas, apagar luces y mantenerse en jaque con el cansancio mientras abres una nueva cuenta de correo.
  10. Usar la nueva cuenta de correo para abrir otra homóloga en Spotify.
  11. Cercionarse de la diponibilidad de música abriendo sendas cuatro cuentas para contar así con 80 horas mensuales de música.
  12. Y cómo no, abandonar todo contacto con el exterior, instituto, relaciones amorosas, amistosas y familiares, para, como colofón, postear sus últimas 96 horas a modo de enfermedad global.
Hasta aquí ha llegado mi actual estudio tendencioso, el cual espero terminar en no más de dos días laborables. Comentaré las novedades que vayan surgiendo sobre la marcha. 

Actualización Nº1: He olvidado la imagen, tranquilos, todo arreglado. (No sé a quién tranquilizo, sólo leemos este blog tres personas y no solemos inmutarnos por una imagen).

Apocalipsis "nau"

Dale y escucha la cruda realidad.


Alegría en las calles, optimismo en las televisiones, brío en los mercados, euforia en el colectivo de surferos, éxtasis entre el público femenino y paz en casa. Unos se alegran de vivir donde viven, a otros la muerte masiva les rellena parrilla, los economistas se ceban con los beneficios que tomarán a largo plazo, otros más ven una magnífica oportunidad de convertir el pacífico en la nueva Tarifa y muchas advierten las repetitivas vibraciones como el "meneo" que aún no habían recibido. Aquí en casa nada cambia, nadie se inmuta, comprensiblemente.

A pesar mío, poco, pero pesar, creo que alguien olvidó que las naciones islámicas se encaminaban a la anarquía parlamentaria, que en no sé qué país o aldea de América baja, la pobre, murieron no sé cuántos, que aquí en la gran patria que sobrevivimos, al menos yo, se hunde en la miseria a ¡ciento diez kilómetros por hora!, que las bolsas no remontan, que la mujer sigue estando infravalorada, que las pensiones sufragan pasiones, que los bosques no tienen árboles autóctonos, que cada día en el cuarto mundo mueren millones de seres inferiores, que...que...que...Nada. Y digo pesar, porque desde siempre me ha sonado a malestar gástrico, y porque a mí todo esto me sabe hipócrita. 
Dando por hecho que, o los medios mienten con sus cifras, o al fin y al cabo el valor de las vidas es tan ínfimo como el que yo les doy, me voy a ir despidiendo con la única verdad que he obtenido esta semana, el testimonio de mi abuela, en sueños y posmortem, que, a la pregunta de: Abuela, ¿Dios existe?, ella contestó: Na, ni grajo.  

Presalias, y represalias.



La relación que se da entre el contenido erótico y el pornográfico debería de ser desestimado de una vez. Ya son muchas las ocasiones en las que tras pasar por "El bigote de Dios" (nuestro blog foto-icónico) he sido incriminado de apología a la pornografía, sin tener el dicho blog nada que ver con ello. El blog, como escaparate del buen gusto, no hace más que servir de ventana hacia la interpretación, la literalización, y tantas otras acciones acabadas en -ción (Partícula que aboga sideralmente a la interelación social), porque nuestra única meta en este mundo de subrelativismo es la de conducir al pensamiento hasta la base de nuestra propia existencia. 
Porque ya está bien de ser diferentes, o mejor dicho, de intentar serlo. No somos más que seres que al ver una teta retratada excitamos nuestra mente imaginativa, seres que al ver a un personaje ridículo hace una mueca de satisfacción, seres que para disfrazar su tiempo visita páginas de incontenible y apolítica moral.

Dicho ésto, también añado que esa tendencia suicida que discurre con vuestros comentarios sobre mi baja acción bloggera debería de ser reconsiderada. Ya que viendo distraídamente vuestra huella cibernética he descubierto que no estáis en condiciones de devolverme represalias. Mejor escribir cuando se tenga algo que decir, que acabar poniendo esa sarta de estupideces que, diariamente, posteáis allá por vuestros bloges.

Tweeteo según San Marcos.



MARCOS Marcos
@Jesús salió con sus discípulos hacia los poblados de #CesareadeFilipo, y en el camino les preguntó: "¿Quién dice la gente que soy yo?". 
Ellos le respondieron: "Algunos dicen que eres @JuanelBautista; otros, @Elías; y otros, alguno de los #profetas, pero hasta ahora nadie retweettea, por si acaso". 
"Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?". @Pedro respondió: "Nosotros retweettemos tus tweets y decimos que "Tú eres el @Mesías"". 
@Jesús les ordenó terminantemente que no dijeran nada acerca de él, que ya arreglaría aquél desaguisado con un tweet políticamente incorrecto, para armar revuelo.
Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser rechazado por los #ancianos, los #sumossacerdotes y los #escribas para conseguir los suficientes followers; que debía ser condenado a muerte y resucitar después de tres días si quería llegar a ser Trending Topic.
Y les hablaba de esto con toda claridad. @Pedro, llevándolo aparte, comenzó a reprenderlo. 
Pero Jesús, dándose vuelta y mirando a sus discípulos, lo reprendió, diciendo: "¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás, unfollowme si te incomodo, pero cesa de una vez con tus reprimendas! Porque tus pensamientos no son los de #Dios, sino los de los #hombres".


17 Feb

Evangelio según San Marcos.






Los no saduceos con algunos escribas llegados de Jerusalén se acercaron a Jesús,  y vieron que algunos de sus discípulos comían con las manos impuras, es decir, sin lavar. 
Los no saduceos, en efecto, y los jodíos en general, no comen sin lavarse antes cuidadosamente las manos con gel de lagarto,el más puro de la época, siguiendo la tradición de sus antepasados;  y al volver del mercado, no comen sin hacer primero la susodicha limpieza. Además, hay muchas otras prácticas, a las que están aferrados por tradición, como el lavado de los vasos, de las jarras y de la vajilla de bronce/latón, dependiendo de la economía de cada cual. 

Entonces los no saduceos y los escribas preguntaron a Jesús: "¿Por qué tus discípulos no proceden de acuerdo con la tradición de nuestros antepasados, sino que comen con las manos impuras?". 


Él les respondió: "¡Hipócritas!, ¡Desgraciados!, ¡Blasfemos!, ¡Cínicos pecadores! Bien profetizó de ustedes Isaías, en el pasaje de la Escritura que dice: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. (Esto lo dijo para desviar la conversación, es un sinsentido, se ve a leguas, aunque como insulto no está de más)


En vano me rinde culto: las doctrinas que enseñan no son sino preceptos humanos. 
Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres". 


Y les decía: "Por mantenerse fieles a su tradición, ustedes descartan tranquilamente el mandamiento de Dios. Nosotros en cambio, verdaderos creyentes, apostillamos por la fe y el hippismo, con estas manos, de dedos necróticos y sucios, no realizaremos los actos tal cual están difundidos por la costumbre humana, pero son los que Dios, por gracia eterna, usará para que yo acometa la ingestión de alimentos y enfermedades. Enfermedades, que lejos de hacerme discernir de su existencia, la pondrán a prueba y aumentarán mis desmesuradas creencias. 
Debierais de saber, conste que esto lo digo a modo de visión futurista, que crearé una nueva iglesia, en la que todos podamos alimentarnos con manos impuras. Debierais de saber también que le pondré mi nombre y que  Marcos, mi San de cuerpo presente, lo escribirá en su bloc de notas y lo subirá más tarde a blogger. No sin olvidar que vosotros, no saduceos, convenceréis a los demás de que sois buenos administradores de capital,  y gobernaréis a modo de mutis el mundo futuro."


Con todo esto dicho, Jesús miró a modo de desprecio a quienes levantaron la voz contra sus actitudes y dijo: "Bueno, nosotros queremos comer, así que si no me queréis el camino es largo y pedregoso, así que tomadlo y desapareced de mi vista, nos tapáis el sol". Y así lo hicieron.



Comencemos por el principio.



"En el principio era el Sujeto, y el Sujeto era con Dios, y el Sujeto era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas" (Jn. 1:1-3 Versión Corregida)

Estos versículos, cuando se entienden apropiadamente, confirman y expanden la concepción real del mundo. Sin embargo, este pasaje es el que más se ha tergiversado para enseñar que Jesús jamás existió en el cielo antes o después que en la Tierra. Un entendimiento correcto de estos versículos depende de lo que creamos que significa la expresión "el Sujeto" en este contexto. No puede referirse directamente a una persona, porque una persona no puede estar "con Dios" y al mismo tiempo ser Dios. La palabra griega ‘logos’ que aquí se ha traducido como "Sujeto", no significa en sí misma ‘Persona’. Generalmente todo lo dicho, usado con algún que otro detalle más acorde al catolicismo, es usado para convencernos de lo contrario. Dios no será hombre por estar él con Dios, pero Dios no es más Dios por estar él con el hombre. Lo que nos da una explicación coherente de su dejadez en nuestros mundanos problemas de supervivencia.
Yo, fiel defensor de la manipulación mental y abogado inherente de la exculpación social, me nombro como nuevo tergiversador per excellentia  de la palabra del Señor. En futuras entradas haré acopio de dicho título, lo prometo (Sobreentended que no tengo palabra, haré lo que me parezca).

Sor Corrida.



Eran aproximadamente las seis de la mañana, el convento comenzaba a cobrar vida con la inusitación que todas las hermanas tomaban de camino a los baños comunales. Entre todas ellas se encontraba  la más activa de todas, la que mayor devoción ponía a su trabajo y a la complacencia de sus hermanas y superiores, es ésta Sor Corrida. El nombre pese a curioso no escondía nada de lo que anteriormente se pudiera sospechar, no era el que sus padres en lecho de iluminación le habían puesto para diferenciarla del resto de familiares que con ella convivían, éste topónimo había sigo ganado por méritos propios tras una larga carrera de actos pretenciosos y livianos.

Desde que la madrugada azotaba el horizonte, ella hacía honores a aquel nombre, visitaba uno por uno a todos los hermanos que por docencia la acompañaban, abría sus sagradas mandíbulas frente a la estampa cruciforme de Dios hombre y engullía con gran entusiasmo los carnosos apéndices de quién figuraba el rezo ante sí misma. Las baptisteriadas oraciones no necesitaban de largas succiones, ya que era la maestría de nuestra fresca protagonista la mayor dote que un hombre pudiese aguantar. No eran más de cinco minutos los que necesitaba entre complacencias y con ello apuraba la mañana hasta que la escuela clerical abriera sus puertas. Durante las jornadas lectivas reprimía su instinto lujurioso a regañadientes, entre meras explicaciones rezaba por el descanso recreativo para, de modo urgente, buscar con desesperación que alguien solventara sus deseos y cumplir la palabra del señor con total dedicación (Nada más alejado de la realidad, pues era la mujer más ardiente de la comarca y en casos extraordinarios hasta entre hobbits buscó consuelo). 

No era costumbre de hermanas como ella el hacer conciencia de sus actos ante nada ni nadie, aunque fuese esa una de las premisas a las que deba de dar partida en el momento que deciden dedicar su vida a Dios, pero ya era frecuente que se dieran casos de dedicación por conveniencia, y en la propia comunidad no era esto nada extraño. La vida era mucho más sencilla de aquel modo.

En plena adolescencia se le planteó la duda de dedicarse a la prostitución consentida u obrar en nombre del señor, pero ante la total inundación de estrógenos propia de aquella edad, mezcló ambas optativas tomando la base del camino más fácil. Para lograr solventar su impetuosa vida sólo tenía que actuar en apariencia reservada y casta, donar una mínima parte de su tiempo a la ayuda social  y aporrear picaportes en busca de voluntarios que previa anunciación de la calidad de balde aceptaran cargar con aquellas indecencias que aunque  parecían proceder del aliento de Belcebú,  a la mirada atenta de un Dios complaciente, estaban sobradamente justificadas.

Tres horas más que menos.



La espera en una estación es un hecho que goza del suficiente interés para incluirlo en las esperas más curiosas que en una vida se puedan tener. Yo, que tras llegar con el tiempo apurado a la taquilla tuve que prorrogar mi espera tres horas más, he visto cosas que pese a no ser totalmente inverosímiles, se han valido de mi tiempo para escribirlas. Durante la primera hora, momento en el que abandoné las instalaciones de la estación para tomar algún bocado en el primer bar de mala muerte que pudiese encontrarme, tuve como acompañantes a pocos especímenes, una chica japonesas que no desviaba su mirada de un aparatito electrónico que desconozco, un hombre de mediana edad, lustre precario y facciones de drogodependencia , acompañado de una chica de edad más o menos cercana a la mía con aires de pesadumbre e indignación causada por los actos de su supuesto padre, que balbuceaba cosas sin sentido (al menos a mi parecer), y algún que otro transeúnte esporádico.  Cercana la hora de mi primera partida, entraron en bandada algunos grupos, de senegaleses (con un gusto estilístico notablemente aceptable), de ancianos que esperaban desesperados la vuelta de sus nietecita, y una chica que por patetismo ha tenido el honor de recalar en mi memoria, gracias a la cursilería que transmitía su imagen, aquellos andares de diva fracasada y el orgullo que emanaba con los asincopados de su tremebundo Yorkshire daban buena nota de ello, sin duda alguna.
Cuando volví a la estación las horas de auspicio fueron amenamente transitorias gracias, sin duda, a los atributos de tanta fémina que pasaba de forma intermitente ante mí sin poner ellas mucho interés en lo propio. Cinturas que inversamente se enlazaban con caderas de infarto, ropas que más que aproximar la idea a lo que pudiese haber sido, la dan de antemano, para no escatimar en facilidades, y traseros que entre lo divino y lo sagrado vagabundeaban contoneándose delante de todos los que como yo admirábamos ensimismados.
De aquí en adelante poco puedo describir, por dicho estado de aturdimiento en el que me sumí. La fidelidad es un invento del demonio que pareció a sus ojos un buen modo de alterar conciencias ajenas. Para solventar tal perjuicioso estilo de vida, la razón o vengase llamar evolución, nos dotó de lo que llamamos imaginación, con la que yo y tantos otros alteramos nuestra noción de tiempo para, sin cortar la papa ni dar fuego al guiso, ver que la hora de partir había llegado.

Y vale, que la introducción daba la idea de que había visto seres que verdaderamente fuesen dignos de descripción, pero mientras escribía me di cuenta de que no era para tanto.


Monseñor Zacarías



Son las cinco y media de la madrugada. El maldito gallo de todas las mañanas canturrea a su modo desde el corral. Zacarías abre los ojos a regañadientes, toma su hábito y elimina las legañas de sus ojos en la palangana, la de toda la vida. Aún le quedan cuarenta minutos para desayunar y dirigirse a la oración matutina. El desayuno ya no le resulta especial: pan, mermelada de puerro casera y un vasito de leche de cabra, hervida, claro está. El camino hasta la capilla se hace ameno mientras comenta con sus hermanos la última moda en hábitos que se está llevando en Vaticano. Al llegar a la capilla lleva a cabo la rutina de cada día: Se acerca lentamente al altar, besa la esbelta escultura del enviado y acto seguido se dirige a su rinconcito, un recóndito lugar donde cerciorarse de que nadie escucha los cuchicheos que Dios le cuenta a modo de secreto inviolable, el lugar perfecto, entre la vidriera de San Tomás y la urna que conserva los restos de Cristo, donde tanto la luz como la temperatura guardan una estrecha relación de continuidad y bienestar. Tras una hora de sinuosa y gratificante oración debe de comenzar su trabajo matinal en el huerto de la congregación. Para él aquel trabajo no resulta algo ocioso, sino más bien otro momento de intimidad entre él mismo y la obra del Señor. Allí pasa hasta el medio día sin casi tener conciencia de ello. Había sido una gran mañana, al fin los puerros estaban listos para ser cosechados, las zanahorias y los cardos daban ya síntomas de mejoría tras varios días en plena decadencia aspectual y además empezaban a asomar los primeros brotes de ajo de la temporada. Se sentía realizado y contento por cómo había transcurrido el día, pese a haber comenzado con la desquiciante usanza que a veces dinamitaba en cierto modo su fe en el estilo de vida que llevaba a cabo. Tras el duro trabajo tocaba almorzar y aunque se encontraba en pleno éxtasis emocional no pudo disimular su frustración al descubrir que el menú no escapaba de la rutina: Sopa de cebolla y filantro de primero, y sartenada de col con pimentón de segundo. Todo fluctuaba según lo planeado. Tras el almuerzo había que recibir a los novicios, jóvenes de no más de once años que por motivos fraternales comienzan su andadura en la teología. Su preferido era Carlitos, el más pequeño de todos, de piel rosada, cabello rubio y constitución enjuta. Acostumbra a dedicar los primeros cinco minutos de la clase a observarlo lascivamente, imaginando todo lo que podría hacer ,y obligarle a hacer, en la intimidad de la alcoba. Durante los siguientes cincuenticinco minutos la clase permuta entre la sinrazón y la inventiva sin disturbios notables. Al acabar la clase, Zacarías decide continuar la clase junto a Carlitos de forma íntima. Al encontrarse a solas da rienda suelta a la voluntad instintiva de su cuerpo, acaricia el cuerpo del pequeño novicio, lo desnuda y observa, acicala su apéndice reproductor ante él hasta el pasmo orgásmico. Cuando todo carece de sentido y su deseo es saciado Zacarías pide al novicio que reúna sus vestiduras, se las ponga y salga de la habitación guardando en secreto todo cuanto ha visto. Al final de la tarde Zacarías debe de volver a comentar con Dios todo lo que ha ocurrido durante la jornada. De nuevo se dirige a la capilla y lleva a cabo el procedimiento imperioso que lo conduce al lugar indicado para charla de forma distendida con el santo padre. La conversación suena a mera exculpación: no se perdonaba haber caído en el pesimismo tras la discurrencia rutinaria de la data. Ni una sola mención a lo acontecido durante la tarde. Termina sus oraciones, y tras una ligera cena se dirige a la yacija. Piensa que algo ha pasado desapercibido durante el día, tal vez hizo algo que carecía de moralidad y no lo creyera en aquel momento u olvidara regar el limonero. Dios dirá.

Sí, demasiado texto y demasiado junto. Pero ahí está la gracia, no hay descanso.