Sor Corrida.



Eran aproximadamente las seis de la mañana, el convento comenzaba a cobrar vida con la inusitación que todas las hermanas tomaban de camino a los baños comunales. Entre todas ellas se encontraba  la más activa de todas, la que mayor devoción ponía a su trabajo y a la complacencia de sus hermanas y superiores, es ésta Sor Corrida. El nombre pese a curioso no escondía nada de lo que anteriormente se pudiera sospechar, no era el que sus padres en lecho de iluminación le habían puesto para diferenciarla del resto de familiares que con ella convivían, éste topónimo había sigo ganado por méritos propios tras una larga carrera de actos pretenciosos y livianos.

Desde que la madrugada azotaba el horizonte, ella hacía honores a aquel nombre, visitaba uno por uno a todos los hermanos que por docencia la acompañaban, abría sus sagradas mandíbulas frente a la estampa cruciforme de Dios hombre y engullía con gran entusiasmo los carnosos apéndices de quién figuraba el rezo ante sí misma. Las baptisteriadas oraciones no necesitaban de largas succiones, ya que era la maestría de nuestra fresca protagonista la mayor dote que un hombre pudiese aguantar. No eran más de cinco minutos los que necesitaba entre complacencias y con ello apuraba la mañana hasta que la escuela clerical abriera sus puertas. Durante las jornadas lectivas reprimía su instinto lujurioso a regañadientes, entre meras explicaciones rezaba por el descanso recreativo para, de modo urgente, buscar con desesperación que alguien solventara sus deseos y cumplir la palabra del señor con total dedicación (Nada más alejado de la realidad, pues era la mujer más ardiente de la comarca y en casos extraordinarios hasta entre hobbits buscó consuelo). 

No era costumbre de hermanas como ella el hacer conciencia de sus actos ante nada ni nadie, aunque fuese esa una de las premisas a las que deba de dar partida en el momento que deciden dedicar su vida a Dios, pero ya era frecuente que se dieran casos de dedicación por conveniencia, y en la propia comunidad no era esto nada extraño. La vida era mucho más sencilla de aquel modo.

En plena adolescencia se le planteó la duda de dedicarse a la prostitución consentida u obrar en nombre del señor, pero ante la total inundación de estrógenos propia de aquella edad, mezcló ambas optativas tomando la base del camino más fácil. Para lograr solventar su impetuosa vida sólo tenía que actuar en apariencia reservada y casta, donar una mínima parte de su tiempo a la ayuda social  y aporrear picaportes en busca de voluntarios que previa anunciación de la calidad de balde aceptaran cargar con aquellas indecencias que aunque  parecían proceder del aliento de Belcebú,  a la mirada atenta de un Dios complaciente, estaban sobradamente justificadas.

1 comentario:

  1. Hola compi de blog ^^
    Andaba echándole un vistazo a los blogs y creo
    que te puede interesar el mío si te gusta leer literatura personal,
    informarte sobre la actualidad (belleza, salud, videojuegos) y debatir
    sobre los acontecimientos de la vida y filosofar un poco.

    http://insolitadimension.blogspot.com/

    Únete si lo deseas. Gracias ^^

    PDTA: ¿posjuicios? xD em .... jajaja ingenioso

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