Tendencias: Disconformidad estival.


Llegado el verano el ser humano experimenta un ascenso gradual de falta de confianza en cuanto a cualidades, lástima que físicas y no mentales. La autoapatía llevada a cabo durante las demás estaciones pasa a segundo plano a proporción de ropa quitada por requerimientos térmicos.
Ésta situación favorece el apogeo de negocios dedicados al culto del cuerpo y la coloraterapia, la búsqueda del cuerpo perfecto y la tostadura dermal arremete contra las listas de espera de gimnasios, spas y esteticienes rollizas. ¿Quién dijo crisis?

En cuanto a la tendencia en sí sólo encuentro dos tratamientos, ser tendero o atendido. Con ello incluso los feos tienen un papel, pueden montar negocios, y yo, mientras tanto, voy buscando precios asequibles para coger moreno.

Ah, respecto a las dietas milagro sólo tengo buenas palabras, llevo seis meses comiendo carne sin proteínas, patatas sin almidón y leche sin calcio y sumé a mis cincuentinueve kilos dieciseis gramitos, no digo más para no despertar envidias.

La Praxis.



Encontré a un prójimo que sin más ni más me arreó un bofetón. Quise devolvérselo, pero el bien se adueñó de mí; así que me controlé, volví la mejilla derecha hacia él y dije:
 
   -Ahora en este lado, por favor.
   -¿Qué pasa? ¿Es usted masoquista?
   -No, cristiano.
   -No importa. Personalmente no tengo nada en contra de los cristianos.
   -No me ha entendido bien. Un precepto cristiano dice: "Si alguien te golpea en la mejilla derecha, ofrécele también la otra."
   -¿Para que duela menos?
   -No, para que sigan golpeando. Es decir, en señal de humildad. ¿Comprende?
   -No, pero al fin y al cabo no es asunto mío.
   -Golpee, pues. En la derecha. porque en la izquierda ya lo ha hecho.
   -Pero ahora ya no tengo ganas.
   -Hágalo por mí... Comprenda usted: puesto que ya he entrado en el camino de la virtud, quisiera sacar algún provecho. Si no, todo habrá sido en vano; sólo se podrá decir que me han partido la cara y nada más. Algo vulgar, sin ningún mérito.
   -Estoy cansado.
   -Sólo una vez, para hacer juego. Póngase en mi situación: los resultados a medias no son resultados, y yo ya tengo en mi haber el cincuenta por ciento. O me arrea en las dos mejillas o no habrá servido de nada.
   -Bueno, por qué no. Pero en la derecha es más difícil. No soy zurdo.
   -¿Qué tal con un pie?
   -¿Con un pie en la mejilla? Me sobrevalora. No voy a llegar.
   -Podría agacharme.
   -Pero entonces perdería impulso. Además, si lo que le importa es la simetría, con un pie no es lo mismo que con una mano. El golpe es diferente.
   -¿Y si empezáramos de nuevo? Ahora sólo con el pie.
   -¿Cómo?
   -Yo me doy la vuelta, usted me da una patada, después yo vuelvo a darme la vuelta y usted vuelve a darme una patada.
   -Es usted un ingenuo. Cualquier niño sabe que el hombre no tiene lo mismo por detrás que por delante. Eso tampoco sería simétrico.

Me entristecí. Él tenía razón.
 
   -Ya sé- dije después de reflexionar un poco-. Tengo la solución. Hay otro precepto cristiano que dice : "A quien te golpea con una piedra, devuélveselo con pan." Coja usted esta piedra, aquí está, y no es nada pequeña, y arréeme con ella. Yo le daré pan a cambio.
   -¿Lleva pan encima?
   -No, pero hay una panadería a la vuelta de la esquina. Voy corriendo y lo traigo.
   -No me gusta demasiado, por lo de tirar el pan. No está nada bien tirar el pan, es un don de Dios.
   -Pero es que lo dice claramente el mandato.
   -Vale. Pero, ¿y qué pasa con ese bofetón que ya tiene usted invertido?
   -¡Qué le vamos a hacer! Aquel negocio no ha salido bien, comencemos otro. Lo contabilizaré como pérdidas y ahora el primer movimiento es suyo.

La piedra era bastante considerable y debía haberme provisto de pan antes de comenzar toda la operación, pues por el camino a la panadería iba dando tumbos a causa del golpe de la piedra en la cabeza.
 
   -Un pan de kilo, por favor -dije en la panadería.
   -No hay pan. Sólo hay bollos.

Esto no estaba previsto. Pero después de todo un bollo también es pan. Compré, pues, unos cuantos bollos y vi a mi compañero de juego que, hay que admitirlo, esperaba pacientemente.
 
   -Ahora yo le doy con un bollito y le dejo en paz.

Ya con el primer bollo le acerté entre los ojos. Cayó hacia atrás y dejó de moverse. Me acerqué a él, tenía los ojos vidriosos.

Un bollito duro de producción estatal tiene sus ventajas.

Mientras me alejaba, seguía sin moverse. Lo tenía bien merecido, el muy hijoputa. ¿Por qué se metía conmigo?

Sławomir Mrożek


Este microrrelato aparece en La vida difícil, del tal Eslávomir. Lo he manusubido contradiciendo las leyes de protección intelectual y copyright por dos razones: Cuando lo leí creí haber sido polaco en otra vida y haberme llamado Eslávomir, por lo que esos derechos me pertenecen; no puedo bajar la media de dos entradas mensuales, no puedo permitírmelo, no quiero.