Pesimismo progresista


El mundo está lleno de gente parcial, de seres sin capacidad para abstenerse a adoptar posiciones  y seguir unas normas preestablecidas que guíen su día a día. Todos ellos creen poseer una libertad inexistente, una vida propia e inigualable que en ningún momento está cercana a sus posibilidades, y que para colmo defienden con desmesura y agresividad ante cualquier objeción de exclusividad.
Nuestro bendito orbe está repleto de ciegos, sordos, mudos, mancos, cojos y lisiados en general. Son personas y no seres humanos, copias con igual pensamiento y metas de gran parecido que no son más que objetivos establecidos previamente por una sociedad autodestructiva. Y para lidiar con ello es imposible hacerlo de un solo modo, descartaríamos el braile, los sermones e incluso el debate a expensas de los tres principales grupos de persona.
Apartados estos, debiéramos seguir con los mutilados varios. Ellos, personas de menor grado de discapacidad podrían acabar aceptando esa pesimista realidad pero carecen de la verdadera voluntad a la que metafóricamente trato como física. Tienen la irreparable tendencia a acabar aceptando la voluntad social, con lo que acaban siendo los más burdos de estos incapacitados.
Abogo por un holocausto, uno puramente psicológico, una erradicación del pensamiento de voluntad individual. Necesitamos  seres humanos no personas.

Schopenhaueriano - Parte primera



¿Cuán de cierto puede haber en las palabras de un ser tan misógino y huraño como fue Schopenhauer para influir en tantas privilegiadas mentes y en tantas variadas disciplinas?
Su doctrina estaba aplicada desde un punto de puro prejuicio antropológico, poseía una mente que no apartaba de su propia idea de animalidad para el hombre bajo ningún concepto y que además le permitía provocar en sí mismo toda una red de explicaciones unas veces escabrosas y razonables, y otras veces tan minuciosamente sacadas que chocaban frontalmente con su propia mentalidad.
Se trataba sin duda de un hombre de fuerte carácter teutón y desde un punto de vista social, rencoroso hasta la saciedad. Debido a esto se ve razonable, dentro de lo que en el siglo XIX tiene cabida, la fuerte crítica que “Scho” lanzaba hacia la mujer. Débil, infantil, sin atributos intelectuales ni artísticos y solo digna de la caridad masculina eran sus dictámenes, sin duda provocados a causa del resentimiento hacia su amada veneciana que años antes había dinamitado sus posibilidades de ponerse bajo la tutela de Goethe y en una medida menos dolorosa, haber descubierto la antítesis del amor.
Todo esto es fácilmente reconocible viendo las claves de dos de sus temas a tratar, el amor por un lado, en el que aparece la mujer como pieza fundamental para la procreación de su generación futura aportando la belleza y la inteligencia; y la mujer por otro lado, mostrando de ella una visión más misógina y despectiva comparando su inteligencia con la del hombre de más temprana edad. Todo esto no hace más que descubrir la presencia de algún factor determinante en su cambio de percepción sobre su antagónico.