!Qué interno todo...¡


Incomunicado del resto del universo, decido apelar al ínfimo carácter de responsabilidad propio y atar la inmensidad de cabos sueltos que quedan en mi vida.  Todos ellos tan insustanciales e intrascendentes que no los tuve en cuenta hasta que ahora la desaparecida amena, con nombre en la actualidad de naranja guiri, sospechosamente me cortó el grifo (uno de esos cabos incluyen al recargo de saldo).
En poco tiempo vi como aparecían miles de esos cabos. Tales a mi siniestra capacidad para caer en la empatía, mi relación con los despertadores (los programa el mismísimo diablo), mi incondicional miedo al descanso nocturno (¿quién necesita ocho horas de sueño?), mi despreciable facilidad para caer en el consumismo de papel tintado, mi facilidad para el “sí” y la sobriedad de mi “no”, y la más dolorosa y desquiciante, esta incapacidad para olvidar detalles estúpidos ante la posibilidad de recordar los verdaderamente importantes y el envidiar continuamente a esa seductora voz que habita en mi cerebro, que domina una vocabula discenda impensable para mi propia persona y que me desagrada en demasía.
Hablemos de nosotros, ¿Quién eres y quién te metió acá? ¿De dónde sacaste esa gutural voz tuya? ¿Por qué eres mejor que yo? ¿Por qué piensas como si de mí se tratase ataviando a esos pensamientos un orden tan labrado e incuestionable?... Podría faltarte el respeto, pero tengo la impresión de acabar faltándomelo a mí mismo, y no estoy dispuesto a llegar a tanto.

Al final preferí dejar los cabos desataditos, ya aprenderán ellos solos a atarse. Por la cuenta que les trae...

No hay comentarios:

Publicar un comentario