Futuro perfecto simple.


Subí a aquel tren. Me llamaba con insistencia desde mis más profundos sueños e incluso llegó a irritarme  tanta insistencia, pero no podía negarme a sucumbir. Fui por los estrechos pasillos intentando ver el exterior por los ventanales, cada uno me mostraba un mundo y en cada mundo se reflejaba mi imagen acorde a la escena. En el primer ventanal vi mi rostro demacrado, triste y con lágrimas rodando por las mejillas, aunque a su alrededor paseaba una verdadera belleza de cuerpo  angelical, anchas caderas y fina piel. Ello me lastimó, pero decidí seguir mi camino. Pasé al segundo vagón y en la correspondiente ventana estaba yo engalanado y con aspecto de triunfador y acaudalado, pero solo. No quise seguir viendo aquello ya que esa soledad me desagradaba, y no subí a ese tren para sufrir por cada paso que daba. Debía seguir. Entré en el último vagón y encontré algo que agotó mi paciencia, todo en aquel ventanal era cíclico y mostraba algo desconcertante, mi reflejo esperaba pacientemente sentado en el centro y hasta él llegaba una bella dama que hacía iluminar su rostro hasta cegar, pero que tras unos segundos volvía a salir sin mediar palabra dejando aquella felicidad en mera anécdota.
Fueron tres estampas bien distintas pero a la vez tan parecidas que nublaron la percepción de la vida que había sostenido mi existencia hasta poner a mi persona a disposición de aquel tren sin rumbo. Tuve que salir de mi letargo velozmente, ese tren no pararía y no podía perder el tiempo decidiendo que vagón sería el que daría sentido a mi viaje. Fue rápido e incluso alocado pero la única idea que pareció ser de mi agrado llevaba mis pasos hasta la cabina de mando. Ninguno de los vagones merecía mi estancia y no pensaba saltar de ese tren en pleno trayecto, por ello y solo por ese momento saqué yarmoles para echar la puerta abajo y dar el golpe de gracia que me diese la potestad para dirigir  ese tren a dónde me interesase, sin seguir los malditos raíles que ataviaban mi futuro a ese fin tan fatídico. Me convertí en conductor ferroviario del tren de mi destino sin tan siquiera haber conseguido montar en ciclo sencillo. Toda una proeza. 

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