Somos como queremos vernos ser.



Somos seres, y no por eso humanos. A veces llegamos a ser humanos, pero con ello dejamos de lado nuestra condición de seres. Nos deberíamos llamar a nosotros mismos por lo que somos, animales. Pero esto no se puede aceptar con nuestra larga tradición racional. Nunca fuimos monos, o eso se dijo. Aunque fuimos monos, o eso se dice. Pero esto no nos pone al nivel de cada bicharraco agresivo con tendencias de dominio, de reproducción… y tantas cosas que nunca serían propias en el “ser humano” por el mero hecho de que un hombre que se precie, un varonil macho ibérico, tiene un concepto mucho más trabajado de la existencia y jamás tendría esas ansias rigiendo su comportamiento. O tal vez me equivoque. Esto de ser parcial hacia algo con lo que se está en desacuerdo es duro. Pero lo intento, vaya a ser que por llamarnos animales me nieguen entrar en el paraíso. Siempre haré como Vicente, ir allá donde va la gente. Que para eso nos atribuimos eso de seres sociales con el fin de no vagar en soledad por esta fatigosa vida (algo bueno tiene que haber en ser social). Así que me temo que tendré que rectificar. El ser humano es ser y humano, es humano, persona y tan racional como mundano. Nació privilegiado y con el don de amar, nació tal cual es hoy y tal cuál Dios todopoderoso lo creó. No busca dominar, busca guiar. No quiere reproducirse, quiere formar una familia feliz y colmada por los principios del amor al prójimo. No desea muchos bienes, desea hacer más cómoda su vida. Y claro está que de vez en cuando le traicione la lujuria, pero es que todo Dios tiene su antagonista malvado que los coacciona. Dejemos de buscar tres pies al gato, que ya se la verá él mismo en cualquier aseo matutino.  Eso sí, acá escribe el más mono de la selva.

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